lunes, abril 17, 2006

OPINION


JAVIER SANTIAGO elmundo-lacronica.com
Déjennos soñar

Déjennos soñar. Permítannos creer que otra historia es posible, que otro mundo es posible. Apoltrónense en sus sillones, reinen en su mundo de calculadoras y de relojes, pero no traten de impedir que miremos a las nubes intentando ver el sol.
Dejenlo. Recréense en sus triunfos y gobiernen sus latifundios de plástico y cemento. Pregonen su éxito y vistan trajes de lujo, pero no nos nieguen el derecho de ser ingenuos, de tener esperanza, de confiar en que un día la rueda gire a favor de los que cabalgan en la derrota.
No traten de alejarnos de Lorca y de Machado. No permitan nuevas lágrimas y nuevos exilios. No teman que nuestra locura derrumbe los cimientos de sus palacios. Seguramente somos inofensivos, pero queremos soñar, necesitamos soñar.
Evocamos aquel 14 de Abril que la mayoría no conocimos. Unicamente vemos en aquella fecha la esperanza de lo mejor de un país que siempre ha navegado entre la grandeza y la traición. Miramos esos números, ese rincón primaveral del calendario, como la semilla de un futuro que no fue posible construir. No miramos hacia atrás, sino hacia el frente.
Decimos República y queremos decir igualdad, cultura, libertad. Decimos República e invocamos a Miguel Hernández, a Buñuel, a Picasso. Decimos República y envidiamos la Institución Libre de Enseñanza, la Residencia de Estudiantes. Decimos República y pensamos en la palabra frente al fusil, en las ideas frente al dogma, en el trabajo frente a la esclavitud, en el pan para todos frente al hambre para algunos.
Déjennos soñar, no se preocupen. Seguramente no buscamos nada más que ser leales con nuestras esperanzas. Pintamos una franja morada en las banderas cuando probablemente creemos en un mundo sin banderas. Renegamos de la sangre azul cuando, en el fondo, sólo buscamos vivir tranquilamente nuestra vida respetando a los demás. Simplemente soñamos. Soñamos una España que camine hacia el futuro, que se desprenda de las sogas que la amarran a la negrura de su historia, que difunda alegría en bares y bibliotecas, que ventile sus problemas con el debate y no con el grito, que no necesite alta sociedad ni portadas del 'Hola', que no fabrique ciudadanos de primera y de segunda, que sea capaz de no temerse a sí misma.
Permítannos creerlo. Es posible que solo necesitemos eso. Puede ser que únicamente con esa llama encendida tengamos suficiente para seguir caminando por la vida sin sentir que nos hemos fallado a nosotros mismos. Quizá sólo con unas migas de esperanza mañana vuelva a ser 14 de Abril, pero un 14 de Abril sin sangre, sin odios, sin división, sin ganas de partirnos en dos mitades voraces, sin necesidad de volver a sumergirnos todos juntos en esos abismos que tantas veces hemos creado de la mano a lo largo de la historia.
Déjennos soñar y, mejor aún, sueñen con nosotros. Soñemos todos unidos. Mezclemos sus calculadoras y nuestras utopías. Quizá esa sea la fórmula. Hablemos, pensemos, caminemos codo con codo. Tal vez el futuro esté en nuestras manos.
jsantiago1978@hotmail.com

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Siempre he dicho que a Zapatero le mueve una oscura pasión destructiva, un deseo permanente e irrefrenable de acabar con los fundamentos de nuestra convivencia, de socavar los pilares sobre los que la sociedad española ha venido funcionando rezonablemente bien a lo largo de los últimos 30 años. La unidad nacional, el sistema educativo, la administración de justicia, las alianzas internacionales propias de un país occidental avanzado, la familia, ninguna pieza determinante de nuestro sistema político, institucional, cultural y moral escapa a la piqueta demoledora de este aprendiz de brujo sonriente, que sin perder ni un solo instante el rictus facial autocomplaciente que le caracteriza, ataca sin descanso todos y cada uno de los principios, valores y normas, que le prestan solidez, previsibilidad y viabilidad a nuestra empresa común conocida hasta hoy como España.

Su último invento, la mirada restrospectiva favorable y laudatoria sobre uno de los períodos más aciagos de nuestra historia contemporánea introduce un nuevo y estremecedor eslabón en la cadena de maniobras corrosivas destinadas a perturbar el presente y ensombrecer el futuro.
Parece como si cada mañana este personaje nefasto se levantase poara preguntar: ¿Qué puedo hacer, decir o legislar para dividir, debilitar y soliviantar a mis compatriotas? La extracción repentina del oscuro fondo de su chistera de despropósitos de la propuesta de contemplar los años comprendidos entre 1931 y 1936 bajo una luz embellecedora, llamándonos a enorgullecernos y a inspirarnos en aquel régimen convulso, caótico y cainita, supera si cabe sus ocurrencias anteriores. Cualquier español actual nacido después de la guerra civil, como es mi caso y el de la mayoría de mis conciudadanos, al leer sobre los sucesos acaecidos durante el quinquenio que va de la caída de Alfonso XIII un mitificado 14 de Abril a la rebelión armada de parte de los militares del no menos célebre 18 de julio, siente disgusto, indignación y horror ante el cúmulo de desórdenes, acciones sectarias, crímenes, huelgas revolucionarias y golpes de Estado que jalonaron una etapa especialmente desgraciada y vergonzosa de nuestro devenir colectivo. La dictadura franquista, de la que tanto abonina farisaicamente el presidente del Gobierno, fue consecuencia directa –lo que la explica, no la justifica ni legitima- de la pesadilla insufrible de la Segunda República en la que los ancestros políticos de Zapatero, esos que ahora nos invita a ver con admiración, llamaban incesantemente a la subversión violenta contra el orden legal establecido y sembraban el pánico y el odio en las calles. Así que mejor se calle

Anónimo dijo...

EN la tragedia griega lo importante no era la entrada en la escena sino cómo se salía de ella. De la Segunda República puede decirse, en el mejor de los casos, que entró como una gran fiesta, como una explosión de un pueblo cuyos impulsos políticos no encontró el marco adecuado en la Constitución de 1876, y que acabó en un drama, en una orgía de sangre, muerte y destrucción en la que participaron todos los políticos del Frente Popular, por acción o por omisión. No entiendo, pues, la conmemoración alegre de su 75 aniversario, ni cómo puede afirmarse que a lo largo de sus cinco años de vida renacieron en España las artes y las letras. Sólo mirando las fechas de publicación de la mayoría de las obras de las llamadas generaciones del 98 y del 27 es fácil darse cuenta que casi todo lo mejor que escribieron sus actores fue con anterioridad a la República o, incluso, después. Y lo mismo puede decirse del arte, del pensamiento y de casi todo. Lógicamente, lo que duró tan poco, poco podía dar de sí.

A medida que pasan los años cada vez se agranda más la figura de Adolfo Suárez, el hombre que supo asumir la misión de construir un puente entre las dos Españas para superar la Guerra Civil. Como no se produzca un milagro, Suárez ya nunca podrá contar cómo hizo algo tan importante para la paz de los españoles en sólo un bienio, el «bienio prodigioso» lo ha calificado quien fue su subsecretario de Despacho durante esos años, Manuel Ortiz, en un libro esencial que acaba de publicar la editorial Planeta. Pero, si bien Suárez ya ha pasado a la historia, sus colaboradores, que tan leal y eficazmente sirvieron a España desde las tramoyas del Estado, cuentan lo que fueron esos increíbles meses y algunos de esos testimonios -Osorio, Rafael Ansón, Andrés Cassinello, García López, Graullera o Eduardo Navarro- figuran al final de este libro esencial. Suárez, un hombre católico de convicciones profundas, apoyado y empujado por el Rey, tuvo la obsesión de construir un marco político en el que coincidiesen la mayoría de los españoles. Lo que la República no fue capaz de conseguir, el empeño de los políticos de la transición, encabezados por Suárez, lo hizo posible.

Ahora parece que hemos decidido resucitar «la memoria histórica». No se trata de hacer historia sino, por el contrario, de manipular y de reescribir «la memoria histórica», inventándose, incluso, determinados acontecimientos. Durante estos 30 años pasados han gobernado España políticos «canovistas», es decir, políticos más deseosos en convencer que en vencer. Ahora ha llegado una nueva generación de políticos muy parecidos a los de la República, pero sin su bagaje intelectual, dispuestos a reescribir la historia y a imponer un criterio. ¿Cómo será la España de mañana? España, mañana, ¿será republicana? Mañana, España, o será la España del consenso, la España de la Monarquía Constitucional, o no será.