JAVIER SANTIAGO elmundo-lacronica.com
Déjennos soñar
Déjennos soñar. Permítannos creer que otra historia es posible, que otro mundo es posible. Apoltrónense en sus sillones, reinen en su mundo de calculadoras y de relojes, pero no traten de impedir que miremos a las nubes intentando ver el sol.
Dejenlo. Recréense en sus triunfos y gobiernen sus latifundios de plástico y cemento. Pregonen su éxito y vistan trajes de lujo, pero no nos nieguen el derecho de ser ingenuos, de tener esperanza, de confiar en que un día la rueda gire a favor de los que cabalgan en la derrota.
No traten de alejarnos de Lorca y de Machado. No permitan nuevas lágrimas y nuevos exilios. No teman que nuestra locura derrumbe los cimientos de sus palacios. Seguramente somos inofensivos, pero queremos soñar, necesitamos soñar.
Evocamos aquel 14 de Abril que la mayoría no conocimos. Unicamente vemos en aquella fecha la esperanza de lo mejor de un país que siempre ha navegado entre la grandeza y la traición. Miramos esos números, ese rincón primaveral del calendario, como la semilla de un futuro que no fue posible construir. No miramos hacia atrás, sino hacia el frente.
Decimos República y queremos decir igualdad, cultura, libertad. Decimos República e invocamos a Miguel Hernández, a Buñuel, a Picasso. Decimos República y envidiamos la Institución Libre de Enseñanza, la Residencia de Estudiantes. Decimos República y pensamos en la palabra frente al fusil, en las ideas frente al dogma, en el trabajo frente a la esclavitud, en el pan para todos frente al hambre para algunos.
Déjennos soñar, no se preocupen. Seguramente no buscamos nada más que ser leales con nuestras esperanzas. Pintamos una franja morada en las banderas cuando probablemente creemos en un mundo sin banderas. Renegamos de la sangre azul cuando, en el fondo, sólo buscamos vivir tranquilamente nuestra vida respetando a los demás. Simplemente soñamos. Soñamos una España que camine hacia el futuro, que se desprenda de las sogas que la amarran a la negrura de su historia, que difunda alegría en bares y bibliotecas, que ventile sus problemas con el debate y no con el grito, que no necesite alta sociedad ni portadas del 'Hola', que no fabrique ciudadanos de primera y de segunda, que sea capaz de no temerse a sí misma.
Permítannos creerlo. Es posible que solo necesitemos eso. Puede ser que únicamente con esa llama encendida tengamos suficiente para seguir caminando por la vida sin sentir que nos hemos fallado a nosotros mismos. Quizá sólo con unas migas de esperanza mañana vuelva a ser 14 de Abril, pero un 14 de Abril sin sangre, sin odios, sin división, sin ganas de partirnos en dos mitades voraces, sin necesidad de volver a sumergirnos todos juntos en esos abismos que tantas veces hemos creado de la mano a lo largo de la historia.
Déjennos soñar y, mejor aún, sueñen con nosotros. Soñemos todos unidos. Mezclemos sus calculadoras y nuestras utopías. Quizá esa sea la fórmula. Hablemos, pensemos, caminemos codo con codo. Tal vez el futuro esté en nuestras manos.
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