lunes, julio 23, 2007

OPINION
El secuestro de «El Jueves»
Lne.es » LORENZO BERNALDO .
El secuestro de la revista satírico-humorística «El Jueves» constituye un injustificable ejercicio de arbitrariedad, una actuación más propia del Antiguo Régimen que de una sociedad democrática. La portada, con una caricatura de los Príncipes de Asturias en pose sexual, quizá pecaba de grosera, resultaba obscena y hería la sensibilidad de los afectados. Ahora bien, todos esos calificativos podrían aplicarse a las informaciones y comentarios vertidos todos los días en numerosos programas de televisión, de radio, en las revistas del «hígado», etcétera, que, sin embargo, no son censurados ni secuestrados ni están obligados a indemnizar por los daños ocasionados a sus víctimas, salvo que, por iniciativa de la parte o partes ofendidas, un juez así lo decida. En el caso de «El Jueves», el juez ha actuado de oficio (se presume) y ha censurado una publicación porque le ha dado la gana, es decir, en el más puro estilo franquista.
En el caso «El Jueves», lo más importante no es el ataque realizado por el buen juez Del Olmo a la libertad de expresión. Sin duda es lamentable y un peligroso precedente que un magistrado decida «por sus santos» que una información es ofensiva para alguien y decida eliminarla. Esto constituye un abuso de poder y una expresión de discrecionalidad inaceptable. Sin embargo, el caso que nos ocupa tiene mucho más que ver con otro principio, el de igualdad ante la ley, el de la consideración de que, en palabras de Spencer, «el cargo no santifica a quien lo ocupa» y, por tanto, no puede ser fuente alguna de privilegios.
En un Estado de derecho, todos los ciudadanos son iguales ante la ley y a ella están sometidas todas las instituciones y todos los poderes públicos. A pesar de su elevado estatus, don Felipe y doña Letizia no tienen más ni menos derechos que el resto de los españolitos y han de exigir su satisfacción y/o reparación a través de los cauces propios de una sociedad en donde rige el imperio de la ley. Si han considerado lesionados sus derechos legítimos por «El Jueves», lo correcto hubiese sido bien plantear una demanda ante los tribunales para que la revista no saliese a la luz y/o fuese retirada de los quioscos, bien exigir una indemnización por daños y perjuicios, si eso no hubiese sucedido. De lo contrario, la callada por respuesta es la actitud más digna y, desde luego, la más inteligente. La «valiente» actuación y el celo monárquico del juez Del Olmo presta un mal servicio a los Príncipes de Asturias. Levanta la sospecha de que la «longa manus» de la Zarzuela ha llamado a la puerta del servicial magistrado para que ejecute su singular mandato. Durante años, los medios de comunicación españoles han tratado con una exquisitez extraordinaria todo lo relacionado con la Casa Real. Se ha extendido un manto de silencio sobre todo lo que podía ser perjudicial para la real familia y se ha magnificado todo lo que era bueno para su imagen. Guste o no, esta situación no sólo no va a durar siempre, sino que ya ha terminado y vivimos sus últimos coletazos.

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