miércoles, septiembre 13, 2006

Una chiquillada política
DESDE LA CORTE
FERNANDO ONEGA

A LA CALAMIDAD causada por los incendios en Galicia, sólo le faltaba esto: el espectáculo político posterior. A la comunidad herida por el fuego, impotente para dominarlo y fracasada en su prevención, se le castiga ahora con una contienda partidista que pertenece al género de lo increíble en un país maduro: se descubren unas cartas que la división provincial del Partido Popular en La Coruña ha dirigido a sus alcaldes. En ellas se cuidan mucho de no parecer que niegan su colaboración en la lucha contra el fuego, pero recomiendan retrasar los convenios con la Xunta para formar las brigadas antiincendios. Ha sido la «original» forma de protestar contra el retraso del gobierno gallego para convocar esas firmas. El episodio podría quedar como una más de las muchas anécdotas que acompañan las relaciones gobierno-oposición. A nadie se le ocurre pensar que un partido serio y solvente como el PP, que se ha distinguido precisamente por la lucha contra los incendios, ha pensado siquiera en boicotear la labor oficial. Tampoco se le ocurre a nadie pensar que pueda haber alcaldes que se puedan convertir en colaboradores ni activos ni pasivos de quien pretende hacer un gran daño en sus municipios. Sin embargo, el suceso ya está en el primer plano, es el último motivo de confrontación, alcanza dimensión española y los señores José Blanco y Eduardo Zaplana han encontrado en él la última razón para zurrarse. En el fondo, estamos ante una chiquillada política, por no decir una imbecilidad. El Partido Popular coruñés pudo haber montado una bronca, si creía que la Xunta de Galicia se retrasaba en la prevención de los incendios. Pudo haber convocado ruedas de prensa, inundado las redacciones de protestas, hecho denuncias de la dejación oficial, si realmente existía. Pero eso seguramente era convencional. Pensó que dañaba y erosionaba más al gabinete del PSOE y del Bloque Nacionalista Galego con esa actitud tan hispana de decir «te vas a enterar» o «ahora va a saber todo el mundo con quién te las gastas». Eso fue todo: así de ingenuo, así de torpe, así de infantil, así de peligroso para el futuro. Y encima, comete la torpeza de dejar la consigna por escrito. «El que escribe se proscribe», avisa un cínico principio, y acabamos de asistir a su confirmación. Triste episodio. A partir de él veremos todos los excesos, porque ya se empieza a relacionar esto con «la trama».
Me apresuro a decir que Alberto Núñez Feijóo no es culpable. En absoluto. El presidente regional del PP quizá se enteró de esta literatura coruñesa al mismo tiempo que el presidente Touriño o, como Felipe González, «por la prensa». Pero ya tiene el primer motivo para adoctrinar a sus mandos: «Niños, con el fuego no se juega». Porque, cuando se juega, es seguro que alguien se puede quemar.

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