jueves, octubre 05, 2006

Muy mal, Baltasar, muy mal
ERNESTO S. POMBO
CONOCIDOS son por todos la rudeza, descortesía y bruquedades del juez Baltasar Garzón. Es muy áspero él. Como tuvo que despachar gasolina por las noches para poder pagarse los estudios, es comprensible que desconozca los buenos modales, como los conocen compañeros suyos que estudiaron en colegios de pago y tuvieron la fortuna de que les enseñaran, por ejemplo, que el matrimonio entre dos hombres es igual que el matrimonio entre un hombre y un animal. Más o menos. Por eso, y a la vista de esa rudeza del juez, planteamos las siguientes incógnitas. ¿Trató cordialmente Baltasar Garzón a los tres peritos que falsificaron documentos del 11-M? ¿Les ofreció un cigarrillo? ¿Y un sándwich de jamón y queso? ¿Se interesó por el estado de sus familias y por los estudios de sus niños? ¿Les preguntó por sus señoras madres o se limitó a interrogarlos y a exigirles explicaciones por la falsificación de un documento? ¿Fue tan cruel Baltasar Garzón que ni tan siquiera les preguntó si les había gustado la actuación de Carmencita en «Mira quien baila»? Muy mal ha estado Baltasar Garzón. Muy mal. Tanto que ahora la derechona, parte del poder judicial, magistrados afines a la conspiración y miembros de la coral polifónica, habl an de humillación, vejación, violación de derechos y falta de competencia. Porque de lo que estamos hablando estos días no es de si los peritos falsificaron un documento público para tratar de demostrar lo indemostrable, como sería lo lógico. No, eso carece de importancia. Al fin y al cabo ellos van a seguir insistiendo en la conexión etarra-islamista porque utilizaron el mismo matarratas y la misma pasta de dientes.
De lo que estamos hablando es de si Baltasar Garzón ha tratado a los tres peritos con la gentileza y la finura con la que se trata a un bebé. O si, por el contrario, los ha tratado con el mismo respeto que ellos tuvieron con todo un país al que engañaron, mintieron y timaron, al falsear un documento sobre uno de los grandes dramas de nuestra historia.

miércoles, octubre 04, 2006

EXPOLIOS

Juan Manuel Rincón envía el siguiente articulo denuncia:
CUANDO EL COLECCIONISMO SE CONVIERTE EN AMENAZA
Espero que mis palabras sirvan para que la intención de la gente cambie con respecto a la conservación de la naturaleza.
Como miembro fundador de la Asociación Aragonito Azul, lucho para que, disfrutando de la naturaleza, y sirviéndose de la misma, sea respetada cumpliendo con nuestro deber de protegerla.
Hace dos semanas se celebró un mercado intercultural dentro de las actividades de las Fiestas del Cristo en mi localidad, Bembibre; viniendo artesanos de diversas localidades, alguno de los cuales vendía artículos relacionados con la mineralogía, tales como gemas, cristales, amuletos, etc.
Como no podía ser menos, pude entablar relación con uno de ellos, explicándole mi afición por el tema, hecho que fue totalmente aceptado por su parte, hasta el punto de realizar algunos intercambios de minerales, y dándome una impresión de respeto y afición compartida por esta persona que montaba su puesto de artesanía.
Pero de repente entró en escena un individuo que irrumpió hablando con dicho artesano, interrumpiéndonos en nuestra labor, y acaparando su atención pude oir las siguientes "perlas" que salieron de su intencionalidad.
"Oye, tengo por si te interesa el tema de los minerales, un cajón de madera lleno de ellos, de una cueva donde me metí a saco con un martillo hidráulico de gasolina; son impresionantes, no tienen nada que ver con estas que estais cambiando, ya que estamos hablando de calidad".
Si tenemos en cuenta que este personaje lo captamos hace un par de semanas, imaginamos que dicha cueva ya estará más que destruida.
Pensamos desde Aragonito Azul, que si para tener una colección de esas que denominan "de calidad", hay que recurrir a cargarse un entorno natural con un martillo hidráulico, o incluso con dinamita; o bien hay que recurrir a engañar a personas del tercer mundo que con sólo viajar allí te dan kilos de piedra por unas cuantas monedas que les permiten comer ese día; es mejor disponer de piezas más modestas, pero recogidas en entornos no protegidos (escombreras, sedimentos, arenales, minas antiguas), o valoradas en aquellos paises con su precio justo de esfuerzo y recolección.
No tenemos nada en contra de las grandes colecciones, y admiramos la belleza de muchas de las que tienen algunos coleccionistas, pero no son los métodos que nosotros abanderamos desde nuestra modesta asociación.
Queremos como siempre, que este tema salga a debate, y aceptamos opiniones de todas las clases, pues en el debate se encuentra la riqueza.
Juan Manuel Rincón