martes, marzo 28, 2006

OPINION POR MIRANDELO

CONSULTORIOS EN EL VALLE DEL BURBIA
La noticia la publicó miradas3 hace unos días, y ha acabado por trascender a la prensa provincial. Me estoy refiriendo a la votación en el Consejo de Salud por la que el Ayuntamiento había solicitado el apoyo de éste para que la Junta de Castilla y León procediera a la apertura de los consultorios médicos en cinco pedanías del municipio. Lo que parecía que iba a ser un trámite, pues nadie podía pensar que se votara en contra, acabó en sorpresa. Un empate se decidió por el voto de calidad del presidente y acabó siendo un no al apoyo solicitado. Sindicatos, el representante del ayuntamiento y el de los farmacéuticos votaron por apoyar la apertura. Los médicos y ATS votaron en contra. Su postura puede entenderse (aunque yo no la comparto), pues sin duda estimaron que sus condiciones laborales se verían perjudicadas al tener que desplazarse a los consultorios. Pero la sorpresa mayor fue el voto del representante de los veterinarios, D. José Luis Castro, también contrario. Digo sorpresa no por su condición profesional, sino por que en él concurre la circunstancia de ser concejal del PP en el Ayuntamiento. Fue precisamente el PP el que inició la construcción de los consultorios, la cual se ha venido demorando antes con el propio PP y ahora con el PSOE. En los últimos meses se había reprochado por la oposición que esos consultorios no estuvieran ya en funcionamiento, razón por la cual nada hacía previsible que José Luis Castro votara en contra en el Consejo de Salud. Después de conocerse la noticia, se nos hace saber la indignación del concejal con el enfoque dado a su voto en contra. Según recoge la Crónica-El Mundo “Castro no ha dudado arremeter contra «quienes, ignorando el interés general y la más mínima consideración hacia las personas han orquestado esta patraña de la confusión orientada a obtener rédito electoral, a desacreditar políticamente a algunos, a cualquier precio». No obstante, la pregunta sigue ahí: ¿Por qué voto en contra José Luis Castro? La explicación dada por el concejal no resiste el mínimo analisis: El también veterinario y a la vez vocal del Consejo de Salud de Zona ha criticado la actuación del representante municipal en este organismo, ya que asegura que en su última reunión no supo precisar «si se había remitido o no la documentación requerida al efecto desde León». Una situación ante la que, según señala, «lo que se decidió fue dar tiempo para que el Servicio Territorial y el Ayuntamiento cumplan sus respectivas obligaciones y trámites, de modo que el Consejo de Salud reconsidere instar la puesta en servicio de los consultorios si no se resolviera en un plazo razonable». Osea que como el representante del Ayuntamiento no supo precisar en ese momento si habían ya enviado la documentación que la Junta les había pedido, decidieron (imagino que se refiere al colectivo que votó en contra) que era mejor votar en contra, y así se retrasa todo un poco más. Pero si de lo que se trataba era de conseguir el apoyo del Consejo de Salud a la apertura de los consultorios, no acabo de entender en qué podía alterar ese apoyo el hecho de que el trámite documental esté más o menos avanzado. Como no tendría lógica alguna pensar que D. José Luis Castro está en contra de la apertura de los consultorios, pues ni siquiera creo que le perjudique laboralmente hablando, sólo cabe pensar que lo que se busca es otra cosa, que no es sino retrasar su apertura. ¿Retrasarla hasta cuando? Conociendo a la Junta de Castilla y León poco me extrañaría que estuviéramos ante otro caso de estrategia política, pues las elecciones están cerca… y al enemigo ni agua. Entonces es cuando vienen a cuento sus palabras «quienes, ignorando el interés general y la más mínima consideración hacia las personas han orquestado esta patraña de la confusión orientada a obtener rédito electoral, a desacreditar políticamente a algunos, a cualquier precio». El precio, claro está, lo pagan los vecinos de Valtuille, Vilela, Paradaseca, Villar… que siguen esperando los consultorios mientras continúa esta ceremonia de confusión.
Mirandelo

1 comentario:

Anónimo dijo...

SE trata de una norma que no admite excepciones: toda estrategia mistificadora usa como coartada la tergiversación histórica. La invención del pasado, el acuñamiento de mitologías falsorras, la suplantación de la escueta verdad por la pacotilla ideológica, la sustitución de las pruebas irrefutables que nos brinda la historia por un conglomerado de quimeras más o menos emotivas son coartadas que han amparado las tiranías más sórdidas y animado los intentos de desestabilización política, desde que el mundo es mundo. El fascismo y el comunismo no habrían triunfado sin estas coartadas; tampoco las formas más perversas de nacionalismo, urdidoras de paraísos que nunca existieron. En la exaltación de la Segunda República que en estos días alcanza su paroxismo (¿o se trata tan sólo de un anticipo de lo que nos aguarda?) detectamos idéntica tentación tergiversadora.

Es cierto que durante aquellos años florecieron las artes, que la expresión literaria alcanzó cúspides difícilmente igualables. Pero esta constatación no hace sino confirmar la verdad de aquel cínico aserto de Orson Welles en «El tercer hombre»: «En Italia, en treinta años de dominación de los Borgia, no hubo más que terror, guerras, matanzas, pero surgieron Miguel Ángel, Leonardo da Vinci y el Renacimiento. En Suiza, por el contrario, tuvieron quinientos años de amor, democracia y paz. ¿Y cuál fue el resultado? El reloj de cuco».

Hiela el corazón reconocerlo, pero la historia nos demuestra que suelen ser las épocas más feroces y convulsas las que deparan una más fecunda cosecha artística, quizá porque el genio se desenvuelve mejor en circunstancias adversas. Y adversos fueron, sin duda, aquellos años en que cuatro de cada cinco españoles padecían penuria; una situación que se arrastraba secularmente, pero que, desde luego, la Segunda República contribuyó a agravar. Años en que unos gobernantes ineptos se dedicaron a azuzar rencores atávicos y a instaurar rencores nuevos, hasta hacer irrespirable cualquier sueño de concordia.

Convendría, en esta hora de celebraciones mentecatas, recordar algunas expresiones de conspicuos republicanos, hoy encaramados a los altares de la beatería laica. Como aquella de Azaña, quien profirió sin empacho, ante el espectáculo dantesco de los conventos entregados a las llamas, una frase que merecería estudiarse como epítome de la demagogia más burda e irresponsable: «Todos los conventos de Madrid no valen la vida de un solo republicano». O aquella otra, terrible y premonitoria, de Indalecio Prieto, ilustre dirigente socialista, quien tras el triunfo de la CEDA en las elecciones de 1933, advirtió: «En caso de que las derechas sean llamadas al poder, el partido socialista contrae el compromiso de desencadenar la revolución». A esto se le llama respeto a las reglas de juego democráticas. Cuando finalmente el radical Lerroux formó gabinete con tan sólo tres ministros de la CEDA, el partido socialista cumpliría el compromiso contraído, promoviendo junto a los sindicatos y a los separatistas catalanes una huelga general, eufemismo con el que designaron una sublevación en toda regla, ante la cual el Gobierno hubo de responder proclamando el estado de guerra. Convendría recordar también que, a partir de entonces, el partido socialista no cejó en su estrategia de acoso y derribo de la «podrida democracia liberal» que sustentaba la Segunda República; y que sus líderes más autorizados no vacilaron en vilipendiar el Parlamento y en preconizar la instauración de una dictadura del proletariado.

¿Son éstos los motivos de «orgullo y satisfacción» que nos brinda aquella etapa siniestra? Estas celebraciones mentecatas que hoy nos mantienen entretenidos, ¿no prefigurarán algo mucho más grave, cuya magnitud aún no logramos, o no nos atrevemos a atisbar?