jueves, junio 08, 2006


SANTIAGO MACÍAS
Huida hacia delante
Leo con estupor las últimas declaraciones de Ángel Acebes. Sin duda, el político del PP es un hombre de récord; y no sólo por ser de los pocos privilegiados que han ascendido de categoría tras una campaña desastrosa, sino por su habilidad innata para guardar en la chistera declaraciones tan desafortunadas que superan con creces a las anteriores.
La última, el pasado lunes, cuando comparó el proyecto del Gobierno español con el de ETA. Horas más tarde, varios de sus compañeros suscribían sus palabras. Pero nada más lejos de la realidad: si alguien ha tenido como recurso el proyecto de la banda terrorista, ese ha sido el Gobierno de Aznar, y así lo demostró del 11 al 14 de marzo de 2004, con el engaño masivo previo a las últimas elecciones generales.
La estrategia electoral del PP entonces fue una muestra evidente de la rentabilidad política que ese partido quiso obtener de la lucha antiterrorista. Esa había sido durante años su apuesta ganadora. La muestra más evidente quedó latente tras del 11-M, con el vuelco espectacular de los resultados electorales y la derrota del PP, justo en el momento en que ETA desaparecía de la versión oficial.
Parece claro pues, que sin ETA en el discurso la derrota del PP está asegurada. Otro ejemplo fue el reciente debate sobre el Estado de la Nación. Sobre éste, la última encuesta del CIS consideró que el 50,2% de los españoles dio como vencedor al presidente del Gobierno, frente al 14,3% que lo hizo con el líder de la oposición.
Casualmente, los datos negativos de esa encuesta han coincidido en el tiempo con las afirmaciones de Acebes y el principio de la ola de crispación generalizada que sufre la vida política del país desde principios de semana.
Hay dos formas de sacar rentabilidad política de la lucha antiterrorista: una, dosificándola para mantenerla constantemente en la cresta de la ola, y la otra, intentando acabar con ella definitivamente. Y el Gobierno actual ha optado por la segunda, que a diferencia de la primera, da preferencia a la paz. Y si esta vez es la buena, el PP sabe que lo tiene difícil para volver a gobernar a corto plazo.
Para llegar al fin de la banda, el proceso a seguir no difiere mucho del que utilizó, sin éxito, el ejecutivo de Aznar en 1998. Entonces, al contrario que hoy, no hubo titulares de periódicos que dedicaban sus portadas a anunciar la rendición del Gobierno ante ETA y el fin del Estado español. No se oyó a los profetas del desastre desvelar desde sus micrófonos celestiales pactos secretos entre Aznar y Otegi, ni partidos en la oposición que salieran a la calle con una parte de las víctimas para poner la voz en grito contra un Gobierno que buscaba, como hoy lo vuelve a hacer, la paz.
Y eso lo saben millones de ciudadanos de este país, por más que Rajoy se empeñe en decir que Zapatero ha traicionado a la «inmensa mayoría de los españoles». Al contrario; más de un 60% respalda la iniciativa del Gobierno frente a una minoría que la rechaza. Esta suma de contrariedades, esa huida hacia delante, despeja las dudas de la gran mayoría de los ciudadanos en cuanto a los verdaderos motivos del rechazo al proceso de paz por parte del principal partido de la oposición.

No hay comentarios: