jueves, junio 01, 2006

opinion


SANTIAGO MACÍAS
Predicar con el ejemplo
Aprovechando su reciente viaje a Polonia, el Papa Benedicto XVI tuvo palabras de crítica hacia la católica Radio Maryja, hacia Tadeusz Rydzyk, un religioso redentorista director de la misma y hacia todos los que han optado por la política como mejor forma de propagar la doctrina cristiana. Sin embargo, los más pesimistas creen que el enfrentamiento entre el Vaticano y el episcopado de aquel país tiene difícil arreglo, dados los lazos ideológicos entre éstos últimos y dicha emisora.
Hace poco, Stanislaw Michalkiewicz, uno de sus colaboradores, reprochó a los judíos sus reclamaciones por la pérdida de bienes en la II Guerra Mundial. Las quejas de las organizaciones judías obligaron al nuncio del Papa en Varsovia a instar a los responsables de la radio a mantenerse «al margen de las luchas políticas».
Sin embargo, los mensajes antisemitas y xenófobos siguen brotando por los micros de Radio Maryja. Consecuencia de ellos fue el ataque sufrido por el gran rabino de Polonia, Michael Schudrich, coincidiendo con la estancia del Papa germano. Ambos coincidirían en el homenaje que se realizó al campo de concentración nazi de Auschwitz, durante el último día del viaje a Polonia del Pontífice.
En aquel lugar, Benedicto XVI realizó su segunda condena en cuatro días. Y lo hizo hacia sus compatriotas alemanes constructores de aquellos escenarios del horror, donde fueron exterminados millones de seres humanos, no sólo judíos, sino también gitanos, prisioneros de guerra o republicanos españoles. A la condena del Papa le siguió una petición de perdón y reconciliación, y una pregunta sobre dónde estaba Dios entonces para permitir aquel horror, pero eso nadie lo sabe.
Lo que sí se sabe es donde estaban en aquella época la mayoría de sus representantes en la tierra. Por un lado, Joseph Ratzinger, que por entonces militaba en las Juventudes Hitlerianas y más tarde en el ejército nazi. En las mismas fechas, en nuestro país la iglesia colaboraba con entusiasmo con la causa de los sublevados —aliados del nazismo alemán y el fascismo italiano—, donando incluso para la causa gran parte de sus propiedades, para albergar alguno de los más de cien campos de concentración que existieron en la España franquista durante y después de la guerra civil.
Quizás por eso miles de ciudadanos estamos expectantes ante la próxima visita del Papa a nuestro país. Unos, llevados por su fe y los otros por saber si seguirá el ejemplo polaco. Material tiene, y de sobra, para predicar con el ejemplo, tanto en lo que respecta a las ondas y a sus colaboradores, como por la intromisión de la iglesia española en la política nacional y en cuanto a su papel histórico en el último siglo.
Sobre lo primero, mucho nos tememos que el Pontífice se encontrará con la misma oposición frontal de las autoridades eclesiásticas del país; y en cuanto a la historia más reciente, comprobará cómo la iglesia española sigue sin pedir perdón por su participación en la que ellos mismos denominaron «Santa Cruzada». Por el contrario, sigue permitiendo que setenta años después los vestigios de aquella época trágica se mantengan en numerosos edificios religiosos a lo largo y ancho del país.
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